Water flowing underground
Feb. 23rd, 2007 03:53 pmMientras volvía a casa, tras ver Juegos secretos (por cierto, a estas alturas creo que deberían prohibirse algunas palabras a utilizar como título) he recordado tres cosas muy distintas:
-Una escena de un libro juvenil que no llegó a gustarme pero del que se me quedó grabado aquello: Una chica rara que no se siente aceptada en su pueblo y decide huir de él compra con el poco dinero que tiene el jabón más caro de la tienda para regalárselo a la única persona que la ha tratado bien, una profesora, creo recordar. Se sienta a esperarla en la plaza, frente a la fuente, en una calurosísima mañana de verano. Llega un momento en que algo se rompe en su mente, de forma sutil. El calor, la confusión ante lo que va a hacer, quién sabe. El caso es que acaba, casi sin ser consciente de ello, dentro de la fuente lavándose con aquel jabón que huele tan bien, que huele como aquella mujer que será lo único que echará de menos. Sólo se da cuenta de lo que está haciendo cuando la gente se acerca para sacarla de allí, pensando que ha perdido la cabeza.
-Una conversación tonta que tuve hace años con una amiga. Hay una novela de Agatha Christie, ahora no recuerdo el título, en el que una chica recibe una proposición de matrimonio por parte de un hombre que le habla de lo dulce que ella es y de su mente inocente. La chica piensa que aquel hombre se desmayaría si supiese la mitad de cosas que hay en su mente en aquel momento (entre ellas, por supuesto, la resolución de un complot y un asesinato unida a su amor por un hombre aventurero). Le comentaba a mi amiga que estaba llegando a un punto en mi vida en el que pensaba que en realidad todas esas cosas que consideramos que los demás se asustarían de saber que están en nuestras mentes son bastante habituales y que era absurdo pensar que los demás no entenderían, porque todos tenemos algún secreto supuestamente inconfesable que en realidad no es para tanto. Sin embargo, ella me dijo que no consideraba que fuese así en absoluto, que no consideraba que la mayor parte de las personas tuviesen nada que considerar secreto. Fue interesante, porque yo consideraba sólo dos opciones…y aquello era una tercera opción.
-Uno de mis poemas favoritos, Prufock y otras observaciones, de T.S. Elliot. Con ese maravilloso ¿Me atrevo a perturbar al Universo? ¿Me atrevo a comerme un melocotón?
Juegos secretos habla de bañarse en las fuentes, de secretos (quizá) inconfesables y de comer melocotones.