Fue un atardecer de abril, de esos atardeceres marinos entre resbaladizas rocas graníticas. Con la mirada hacia el Oeste. Frente a mi la amenaza de la marea trepando por las rendijas de las rocas, de esas amenaza que solo son juego, pues la perdida únicamente es un pequeño remojón. Sobre mí cabeza la amenaza de intermitente lluvia de primavera. Esas amenazas que, al fin y al cabo, son refugio para la soledad, el estado anhelado. Además el frío, ese frío tibio deseado, ese frío asumible y solitario, al que uno le agrada enfrentar iba ese día de la mano del viento. A retazos el sol, asomado entre las nubes, apunto de esconderse tras las islas Cíes, protectoras de la bahía, cansadas de tanto levantar nubes atlánticas. Los pequeños correlimos fueron llegando rápidos, acrobáticos, y tras cortos acuerdos iban colocándose sobre una pequeña roca, solo una en el mar de salientes, desafiando el borde de las olas. Todos mirando inmóviles el ocaso. Unidos en la contemplación. Incluso la actividad cercana de un cormorán en su pesca increíble, a pocos metros del extraño santuario, fue incapaz de alterar la absorta mirada de los pajarillos. Empezó a llover, también mi lluvia regreso, e intentando alejarme escondido de mi escondite me alejé con envidia. Un abrazo. PD. ¿Te gustaría ver correlimos conmigo?
El ataque de los correlimos
Además el frío, ese frío tibio deseado, ese frío asumible y solitario, al que uno le agrada enfrentar iba ese día de la mano del viento.
A retazos el sol, asomado entre las nubes, apunto de esconderse tras las islas Cíes, protectoras de la bahía, cansadas de tanto levantar nubes atlánticas.
Los pequeños correlimos fueron llegando rápidos, acrobáticos, y tras cortos acuerdos iban colocándose sobre una pequeña roca, solo una en el mar de salientes, desafiando el borde de las olas. Todos mirando inmóviles el ocaso. Unidos en la contemplación. Incluso la actividad cercana de un cormorán en su pesca increíble, a pocos metros del extraño santuario, fue incapaz de alterar la absorta mirada de los pajarillos.
Empezó a llover, también mi lluvia regreso, e intentando alejarme escondido de mi escondite me alejé con envidia.
Un abrazo.
PD. ¿Te gustaría ver correlimos conmigo?