yuvia: (Believe)
[personal profile] yuvia
Así que algunas cosas no cambian, y sigue ocurriendo que se llega más despierta al trabajo después de una noche en vela escribiendo (a media mañana te replanteas un poco ese dogma, pero luego se te vuelve a olvidar...para bien).
Otras sí, y ocurre que puedes escuchar en bucle la canción de una chica a la que no soportabas.
Halo, Beyonce. No, no me creo que yo escuché en bucle a Beyonce toda la noche.
Luego, camino del trabajo, escuchas In your eyes, de Peter Gabriel y vuelves a pensar que las cosas no cambian: Sí, aún mejor canción de amor correspondido EVER.
Luego escucho a Paul Simon y me doy cuenta de que lo que me fascina de Halo es el uso de la percusión. No borra el hecho de que la canción ME ENCANTA, pero al menos da una explicación racional.
Sigamos este tema que mola.

Aparte: Pregunta de inculta informática TOTAL: El cambio de sistema operativo puede provocar que el acento habitual no funcione como apóstrofe (es apóstrofe??????)??????????????????? Me he pasado un buen rato hasta encontrar el de verdad para escribir don't

I don't know how to love him, JesusChrist Superstar de Andrew Lloyd Weber, mejor canción de aceptación de amor.
Who wants to live forever, Queen, mejor canción de pérdida de amor.
Distant sun, Crowded House, mejor canción de dudas de amor. Bueno, y Brilliant disguise, Bruce Springsteen, claro.
Mejor amor no correspondido o a la espera de confirmación por existencia de otra relación? Este es un tema demasiado repetido: Bette Davis eyes (no me acuerdo de quién); Top of the city, Kate Bush,
Vale, que no valgo para hacer este tipo de listas.

Mensaje subliminal: Alguien debería hacer fanvid Mulder-Scully con Halo e In your eyes. Y quiero decir con esto que el fanvid Mulder-Scully NO PUEDE CARECER de In your eyes.

Aquí, lo mío: Fanfic. Es reciente, está escrito de un tirón y no tengo ganas de esperar para reescribirlo porque es de ese tipo de cosas que yo no escribo y no sé cómo tratarlo. Iba a ser un corto y se ha hecho largo, es posible que haga una versión mini para [livejournal.com profile] 30vicios , que es lo que iba a ser. Me gusta mucho el principio a pesar de que es de esas cosas que escribo con lo ojos cerrados de puro chocantes que resultan, pero creo que al final se me fue la olla en una de esas cosas tan de Expediente X y que sin embargo yo no trato.
Para el caso.
Pre-XF2-I want to believe pero en ese mundo y con spoilers pequeños de situación. Spoilers de novena temporada.
Todos los públicos.
Mulder, Scully y el resto de personajes nombrados no me pertenecen, que son de Chris Carter, 1013 y Fox. No hay mala intención en su uso ni beneficio económico.

Es uno de esos días en que Maggie coge el teléfono y sonríe al decir "Buenos días Agente Doggett".

El le  llama de vez en cuando, no de forma regular, sin motivo aparente. Lo cuál complace a Maggie: le hace pensar que no se lo impone a sí mismo como una obligación.

Nunca nombran a Scully. Nunca hablan de nada importante. Sólo charlan unos minutos sobre el tiempo que hace. Se preguntan como están. Maggie siempre pregunta por la Agente Reyes. Doggett siempre le dice que todo va bien.
Al final, después incluso de haberse despedido, Doggett insiste en decir "Todos están bien, Maggie. ¿Está usted bien?" y ella siempre responde que sí.

Y ambos piensan en ese momento que los fuertes saben mentir.

Y a ambos les reconforta oírlo, porque saben que los fuertes nunca mienten del todo.



 

 

Es uno de esos días en que Doggett, después de haber pasado un rato con la mirada perdida en un expediente antiguo, se da cuenta de que no está leyendo. Sólo mirando la letra de Scully, redondeada y cuidadosa.

"Una letra prudente", piensa sin saber por qué.

Mónica aún no ha llegado, el despacho está en silencio, y él se da un momento, sólo un momento, para pensar en lo que debe sentir Scully cuando piensa en William. Sólo un momento para tener una tonta lucha interna sobre males mayores y menores. Sólo un momento para recordar su rostro aquella mañana, ambos sentados en silencio en el sofá,  él sin saber qué hacer salvo cogerle la mano, mientras Mónica llevaba a William con los que serían sus padres. Sólo un momento para sentir que debió evitarlo. Sólo un momento para imaginar lo que siente Mulder al respecto.

Cierra entonces los ojos, se retira un par de lágrimas y pronuncia un "Está hecho".

Entonces mira por la ventanita para ver qué tiempo hace, coge el teléfono y llama a Maggie.



 

 

Es uno de esos días en que Reyes se detiene tras salir del ascensor, en el oscuro pasillo del sótano. Uno de esos días en que la energía es más fuerte y puede sentirla. No mueve un músculo, contiene la respiración, cierra los ojos y se concentra.
Ahí está la energía remanente de todo lo ocurrido, de las búsquedas, las discusiones, las esperanzas, el amor, el dolor. Puede sentirles aún entre esas paredes. Su halo, no reclamando el lugar, sino inspirándoles. A Jonh y a ella.

Él, por supuesto, no lo ve así. Cuando Reyes hace alguna ligera insinuación en ese sentido, la mira con cierta tristeza, como diciendo que él también les echa de menos.

Luego piensa que Jonh estará en el despacho esperándola, abre los ojos, camina de nuevo hacia la puerta.

Lo curioso es que, cada vez que le ocurre, al entrar en el despacho y mirar a Jonh, tiene la sensación de que él ha llorado.

Esos días, en vez de sentarse en su silla y hablar del caso de turno, rodea el escritorio y se queda a su lado un instante, con la mano sobre su hombro.

Nunca le pregunta si ha llorado. Siente que ese contacto hace más que cualquier conversación al respecto.



 

 

Es uno de esos días en que Skinner está sentado en su despacho trabajando y de pronto recuerda que ha soñado con Mulder.

Y no puede evitar sonreír.

Desde que las cosas empezaron a calmarse y Mulder y Scully se establecieron, Skinner tiene sueños recurrentes en los que habla con Mulder. De las cosas de las que nunca hablaron.

En el sueño, Skinner va a visitarles con noticias importantes, aunque nunca recuerda cuáles son. Mulder le abre la puerta, vestido casi con harapos, con una larga barba canosa. Le abraza, visiblemente contento de verle. Luego se sientan en un despacho lleno de recortes, casi una recreación del que tenía en el FBI. Y hablan hasta que se hace de noche, de filosofía, de arte, de psicología, de Vietnam, de política, de sociología, de comida, de Scully.

Luego, un poco, sobre William. No es que sea menos tiempo, es que el sueño ahí se hace nebuloso, como si se derritiese, como si su cerebro no pudiera con la trampa. En el sueño, él "sabe" que William vive en la casa, con ellos, está jugando en su habitación, en el piso de arriba. A veces intenta visualizar el rostro del niño de seis años al que "sabe" que vio en su última visita, pero no puede.
Mira a Mulder que ha dejado de hablar y parece cansado.

-Quédate a cenar, Walter, -le dice con la mirada de pronto vacía,-porque...porque tenemos que hablar de lo que importa y tenemos que arreglarlo. Tenemos que arreglarlo, ¿entiendes?

 

Cuando, sentado en su despacho, las imágenes del sueño aparecen, siempre empieza recordando las conversaciones. Mulder, la mirada aguda, discurso rápido y certero, brillante, las manos nerviosas revolviendo papeles mientras le cuenta todo tipo de cosas. A veces se plantea si es posible que las teorías psicológicas, o las influencias artísticas de algunos pintores, o los análisis económicos de los que Mulder habla en sus sueños, sean totalmente ciertos a pesar de que él no conoce esos temas y, en consecuencia, no tiene sentido que pueda recrearlos en su mente. La idea le hace gracia, sobre todo porque no tiene noticias de que Mulder sepa gran cosa de alguno de ellos, pero no le da más importancia.

Sólo se pregunta cómo habría sido conocer a Mulder de otra manera.

Y entonces echa de menos tantas cosas que no hay en su vida que siente que le falta el aire.

 

Entonces piensa en el final del sueño. Llama a Reyes y dice una tontería sin sentido pactada sobre la redacción del último informe.

Código para citarse, fuera del FBI, lejos de posibles micrófonos y hablar de ello.


-¿Hay algo nuevo?¿Alguna pista?

Doggett aprieta la mándíbula. Reyes niega con la cabeza.

-Tenemos que encontrar algo, tenemos que hacer algo, tenemos que arreglarlo. Tenemos que hallar el modo.

Doggett habla de lo poco que han encontrado, de lo confusas que son todas las pistas, de lo difícil que sería de cualquier modo...Siempre sin acabar esa frase.

Reyes habla después, con más esperanzas, con más pasión. Pero Skinner siente que tampoco cree posible hacer nada. Detrás de todas las posibilidades que le relata, hay una mirada triste, compasiva, como si lo único que quisiese fuera poner la mano sobre su hombro y guardar silencio.




 

 

 

Es uno de esos días en que Mulder se apoya en el quicio de una puerta cualquiera de la casa, después de darse cuenta de que la ha recorrido entera varias veces. Se queda mirando el pasillo vacío en penumbra, e intenta recordar en qué ha estado pensando la última hora.


Ha estado pensando en que le gustaría hablar con Skinner. En todas las cosas que nunca se atrevió a preguntarle. En todas las cosas que Skinner nunca quiso responder sobre lo que sabía y lo que no, sobre cuánto les había ayudado desde las sombras. Luego ha pensado que nunca conoció a Skinner en lo personal, nunca supo cómo había sido su vida y está seguro de que sería interesante.

Ha estado pensando en el despacho, en cómo eran las cosas ahí. En todo el tiempo que Scully y él pasaron sentados, hablando, bromeando, jugando a jugar. Se ha preguntado de que hablarán Doggett y Reyes, pero le ha resultado incómodo, como si fuese algo demasiado íntimo para que esté bien imaginarlo. Lo ha retirado de su mente pensando que usarán las cosas que Scully y él usaban, en si entenderán su letra, en si encontrarán todas las tonterías que fueron quedando ahí, que si un recibo del tinte, que si unas entradas de cine.

En algún momento ha imaginado a Reyes pensando, de pie en el pasillo, concentrada, los ojos cerrados. Una imagen extraña pero viva que no ha sabido cómo colocar.

Ha cogido una carta de Maggie que ha llegado por la mañana, dirigida a un nombre falso, con un remitente falso. Cerrada, a la espera de que Scully vuelva y la sostenga un momento en sus manos antes de sonreírle a medias y sentarse en el sofá a leerla, mientras él finge estar ocupado. Luego se acercará y le dirá "Mamá te manda un abrazo y dice, ya sabes, que te cuides".

El sabe que dice "Tenéis que cuidaros el uno al otro, Dana. Sé que lo sabes, pero que no se te olvide y que no se le olvide". Jamás las ha leído, pero lo sabe.

Ha vuelto a dejarla con extremo cuidado sobre la bandeja. Ha vuelto a preguntarse cómo es posible que Maggie no le odie. Cómo se puede ser tan fuerte.

Poco antes de apoyarse en el quicio de la puerta y empezar a tirar del hilo de los recuerdos, estaba aquello: El autoconvencimiento, no negación, no, no es negación porque lo ha analizado muchas veces. Es autoconvencimiento y el motivo de que lo necesite no es que se engañe, sino el miedo. Consiste en repetirse muchas veces que hace años desde que se le pasó aquella fase en la que visualizaba a personas muertas y tenía conversaciones con ellas. Fue sólo una época, debido a la presión, al aislamiento.

Lo que importa es que hace años que no ocurre.

Es muy importante, porque el dar vueltas por la casa pensando en todo eso empezó cuando no pudo evitar imaginar (se repite que es imaginación, no alucinación) que hablaba con William.

Del colegio, de una serie de dibujos animados que Mulder no conoce, (le ha tenido que explicar todos los personajes), de que mamá "la de mi casa" le ha comprado un pijama de niño pequeño que no le gusta porque él ya es grande.

Luego le ha dicho algo extraño. No es la primera vez, pero aún así no ve el momento de que Scully vuelva a casa. La primera vez que le dijo aquello estuvo esperándola en la puerta, llorando, sintiéndose impotente. Pero Scully volvió.

Desde entonces no le preocupa tanto que William se despida con esa frase cuando imagina conversaciones con él: He visto a mamá en la carretera, ya viene.

 

Mira el reloj, mira el teléfono pero se resiste a llamarla pensando que quizá esté conduciendo. Necesita hacer algo pero no puede. Ha sido una mala semana y las actividades para no pensar están agotadas. La casa está reluciente, ha cocinado más de lo que podrán comer en un mes. No quiere ver la tele, ni de lejos ver porno. Hoy ya ha retirado los lápices del techo y los ha vuelto a lanzar todos. Nada nuevo sobre la colonización, nada nuevo sobre casos tontos en los que perder aún más el tiempo. Nada que aleje del vacío.

Se deja caer en el suelo.

-Scully, vuelve, ya.

Sólo Scully aleja del vacío, piensa, pero no es un pensamiento alegre. Imagina que están en el fondo de un pozo, abrazados contra la pared, besándose bajo la lluvia. Deja de besarla un momento y ve que a su lado hay otro agujero, otro fondo. Scully le toma el rostro haciéndole volver la mirada hacia ella. Y vuelve a besarle.
Se queda dormido en el suelo, hasta que escucha la puerta y baja corriendo. Ni siquiera llegan al sofá.



 

 

Es uno de esos días en que Scully sencillamente no puede esperar que llegue el momento. Ningún momento. Ni siquiera "ese momento": El que no tiene sentido.

Uno de esos días que empiezan cuando se despierta, Mulder aún está dormido y se queda mirándole. Sintiendo que no puede moverse, que no podrá salir de la cama, que eso que les une se ha vuelto sólido y dice que no. Cuando él se despierta hay un pequeño intervalo en el que aún no ha tomado conciencia de la realidad, sólo de ella junto a él, mirándole así, y sonríe de verdad. Ella le mira a los ojos y se olvida, se olvida del todo por un momento, de que están demasiado rotos.
Refleja su sonrisa, y cree realmente que juntos no están rotos.

 

Uno de esos días en los que llega algo tarde al trabajo, enfadada consigo misma por ello, pero sintiéndose mucho mejor que de costumbre. Huye de pensar que cada vez que se siente así luego es peor. Eso no implica una gran diferencia con lo habitual, de todos modos.

Hacia mitad del día, empieza la tristeza, una de tantas, amorfa y envolvente. No puede ver el momento de que pase pero sabe que es parte de lo mismo. Lo que ocurre en días así no es tanto que se siente mejor como que siente más, todo, como si un amplificador hiciese los sentimientos más intensos.

(Sabe que no, que es más como quitarse una coraza. Sólo que esa idea es demasiado triste para días así)

 

Luego piensa en Mulder, en casa, solo. Luego piensa en William tantas veces como de costumbre. Luego piensa en el fin del mundo, y no ve el momento de dejar de pensar.

Se centra en el trabajo, se permite sonreír más de la cuenta a los niños, se esfuerza y se concentra.

Se tiene que quitar unas cuantas veces de la mente la pregunta de cómo puede estar ahí, como si las cosas fuesen normales, como si el mundo fuese normal, como si su vida fuese normal, como si no tuviese un hijo en algún lugar y un hombre al que quiere, encerrado constantemente en una casa sin apenas contacto con nada que no sea ella, como si no tuviese la responsabilidad de saber lo que va a ocurrir.

 

Y hacia el final de la jornada, no ve el momento de llegar a casa. Se sube en el coche y se esfuerza en no pisar el acelerador más de la cuenta. Se entretiene imaginando una historia para Mulder, uno de esos viajes a lugares lejanos que no pueden permitirse, que no es realista planear sabiendo lo que saben y el tiempo que queda.

Pero es que sienta bien imaginarlos. Mulder lleva una semana muy mala, y es sólo que sienta bien. Soñar. Imaginar que pueden hacer algo tan tonto como irse de vacaciones. No es normal que dos personas se hayan pasado quince años viajando juntas y nunca hayan ido de vacaciones. Soñar es necesario cuando no se pueden hacer planes.

 

Pocos kilómetros antes de llegar a casa está ese lugar, y deja su imaginario viaje a las Sheychelles con la ansiedad que le provoca acercarse allí en estos días en los que no ve el momento de llegar. En general, se esfuerza en no mirar cuando pasa, en ignorarlo, subir la radio, acelerar, pensar en la lista de la compra. Hoy es uno de esos días en que no puede.

El lugar no tiene nada de particular. El remanso de un río, bordeado por sauces, con una pequeña explanada que permite ver el agua desde la carretera. En un lateral de la explanada, hay tres piedras alrededor de una más grande y plana, como sillas alrededor de una mesa. No es el paisaje más bonito del trayecto al hospital, sólo uno más. Sin embargo, ocurre que hay días en los que Scully no puede evitar pensar que, si William estuviese, irían ahí a merendar. No recuerda la primera vez que se le ocurrió, pero vuelve a su mente, algunos días, al pasar.

Y duele mucho, porque no hay esperanza, no puede permitirse tenerla, y es demasiado importante para poder soñar con ello.

 

Lo extraño es que esa desazón siempre la siente después o antes. Pero al pasar por delante, los días en que se permite mirar, se siente inmensamente feliz. En ese instante es como si olvidase que no hay esperanza.



 

 

Es uno de esos días en que William mira por la ventana y empieza a saber cosas. Demasiado pequeño para asustarse, demasiado mayor para no darse cuenta de que esas cosas tienen que ser un secreto. A mamá no le gustan. Mamá ya no le deja casi leer cuentos ni ver la tele porque dice que salen de ahí.

Algunas no le gustan y le ponen verdaderamente triste. Se parecen un poco a las cosas que pasan en los tebeos de superhéroes del hermano mayor de su amigo Tom. Pero le gusta ver esos tebeos, él sabe que ya las veía antes. Y los tebeos le hacen sentir mejor, al saber que alguien salva al final a los buenos y castiga a los malos.

Otras le aburren, porque no sabe que son ni porque aparecen. Personas que caminan por la noche en un pueblo, personas que se reunen en silencio y cuchichean con palabras raras. Están ahí, pero no les hace caso.

Luego están esas, las de días como hoy en las que está sentado con un señor y una señora en unas rocas junto a la carretera, comiendo sandwiches de queso mientras le dejan beber todo el refresco que quiera. Le hacen regalos, le sonríen sin parar y le abrazan casi más que mamá (y eso que mamá abraza mucho pero mucho), le dicen que le quieren y que todo va a ir bien. A veces es extraño, porque la misma mujer pasa en un coche por la carretera y mira hacía allí.

Después de que eso ocurra, tiene la sensación de que tiene que acordarse, de que es muy importante que encuentre el lugar, y se imagina en un sitio cercano, hablando con el señor. Le gusta hablar con él, que siempre le escucha le cuente lo que le cuente.

No sabe el porqué de algunas cosas, no sabe por qué el señor a veces le llama hijo, ni por qué puede hablar con él pero no con la señora, ni por qué él siempre parece muy triste cuando hablan aunque en la explanada junto al río es feliz.

Por eso al despedirse le da pena dejarle sólo y triste. Por eso siempre le recuerda que ella ya está llegando a casa.

 

 

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Editado para añadir: Versión corta del mismo fanfic Mientras...

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