Lucy in the sky with diamonds
Sep. 9th, 2009 12:20 am![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Posibilidad 17 cuando no sabes qué escribir: Primero escribe y luego pregunta.
Posibilidad 4 cuando no sabes sobre qué escribir: ¡Mira en tus sueños. Mira en tus sueñossss! (Esto es un guiño tonto a Muerte entre las flores.)
Hola.
El otro día os iba a contar el apasionante hecho de que por fin me había crecido un bizcocho. Pero mientras me planteaba que eso sólo me emocionaba a mí y que, por más que yo tuviese hasta lágrimas en los ojos, no resultaría del menos interés a cualquier otra persona, el bizcocho decreció. Si bien no se lo tuve en cuenta y me lo comí igual, ayudó a decidir que no era tema.
Ayer os iba a hablar de lo terribles que me parecen algunos referentes sociales actuales y cuánto me cuesta entender el endiosamiento de ciertos personajes sin oficio ni beneficio... pero como soy más de la opinión de que el mejor desprecio es no hacer aprecio y no estaba lo suficientemente cabreada pasé.
Hace un momento me planteé hablar del por qué nos gustan las cosas que nos gustan. Oh, vaya, me lo estoy volviendo a plantear. ¿Qué incontable conjunto de hechos hacen que te enamores de alguien o de algo? ¿Por qué Monet?, era mi pregunta. Luego pensé que, aún siendo imposible siempre lograr una respuesta exacta, en ocasiones tenemos la capacidad de inferir, en base a lo que conocemos de una persona, que algo le gustaría. No al estilo "Tiene un cuadro de Monet en su salón, seguro que le gusta", sino esa sensación indeterminada que nos hace decir "Seguro que a ti te gusta Monet" o, "No puedo creerme que te guste Monet, siendo como eres."
Sigue pareciéndome interesante, pero sigo sin saber que decir.
Así que, simplemente, algo que escribí. Sólo por romper el hielo, que en estos casos es romper el miedo, romper a secas con el silencio, con la espera a tener algo que pueda resultar interesante. Probablemente no lo sea. A fin de cuentas...sólo era un sueño.
Salimos dispuestas a descubrir el mundo. Recorreríamos la ciudad en un tren magnético, siendo conscientes de todo.
Ella tenía pastillas de distintos colores que teñían el exterior de distintos colores; que te volvían por dentro de distintos colores, en el tiempo que tardaban en abordar la sangre y extenderse.
Y ella veía, VEÍA todo. Ella se transformaba en cada persona que observábamos pasando casi al vuelo al otro lado del cristal. Les sentía a todos, lo comprendía todo, lo sabía todo.
Ella era ahí, delante de mí, sentada en un asiento futurista, sucio por el uso. Ahí, delante de mí, ella era Sartre, y Nietzche, y Platón, y era también todos los nombres que no alcanzaron la fama por no poder elevarse entre la multitud, comprendiendo a las personas, a todas y también a cada una. Cada sentimiento de amor, cada sucio secreto, cada reflexión profunda, cada quiero un caramelo y lo quiero ahora. Pero también el todo, ese todo que se hace de cada uno que forma el todo juntántose con otro cada uno y luego otro y otro y otro y... Entendía los flujos de información, de materia, de energía; las entradas y salidad del sistema, las correspondencias, interdependencias, relaciones, intersecciones, su origen, destino, recorrido. El complejo por qué de las cosas sin respuesta en un porque, sólo la respuesta completa que no logra salirse de la pregunta completa. Todo.
A través de la pastilla que había vuelto ahora el mundo azul me miraba fijamente intentando.
Yo, sin pastillas de colores, envidiándola, temiéndola, temiendo por ella, por mí si osaba seguirla.
Yo, ahí, frente a ella, frente a su intento de hacerme entender, me contagiaba un poco, mirada a través, fluía a mi sangre y entonces yo, ahí, frente a ella, la entendía, todo, la sentía, todo, sólo a ella.
Un dolor profundo y calmo en aquel mundo azul. Yo, en ella, sentía un dolor profundo y calmo. Sin lograr entenderlo todo lograba entender que entenderlo todo se siente como un dolor, profundo y calmo.
Posibilidad 4 cuando no sabes sobre qué escribir: ¡Mira en tus sueños. Mira en tus sueñossss! (Esto es un guiño tonto a Muerte entre las flores.)
Hola.
El otro día os iba a contar el apasionante hecho de que por fin me había crecido un bizcocho. Pero mientras me planteaba que eso sólo me emocionaba a mí y que, por más que yo tuviese hasta lágrimas en los ojos, no resultaría del menos interés a cualquier otra persona, el bizcocho decreció. Si bien no se lo tuve en cuenta y me lo comí igual, ayudó a decidir que no era tema.
Ayer os iba a hablar de lo terribles que me parecen algunos referentes sociales actuales y cuánto me cuesta entender el endiosamiento de ciertos personajes sin oficio ni beneficio... pero como soy más de la opinión de que el mejor desprecio es no hacer aprecio y no estaba lo suficientemente cabreada pasé.
Hace un momento me planteé hablar del por qué nos gustan las cosas que nos gustan. Oh, vaya, me lo estoy volviendo a plantear. ¿Qué incontable conjunto de hechos hacen que te enamores de alguien o de algo? ¿Por qué Monet?, era mi pregunta. Luego pensé que, aún siendo imposible siempre lograr una respuesta exacta, en ocasiones tenemos la capacidad de inferir, en base a lo que conocemos de una persona, que algo le gustaría. No al estilo "Tiene un cuadro de Monet en su salón, seguro que le gusta", sino esa sensación indeterminada que nos hace decir "Seguro que a ti te gusta Monet" o, "No puedo creerme que te guste Monet, siendo como eres."
Sigue pareciéndome interesante, pero sigo sin saber que decir.
Así que, simplemente, algo que escribí. Sólo por romper el hielo, que en estos casos es romper el miedo, romper a secas con el silencio, con la espera a tener algo que pueda resultar interesante. Probablemente no lo sea. A fin de cuentas...sólo era un sueño.
Salimos dispuestas a descubrir el mundo. Recorreríamos la ciudad en un tren magnético, siendo conscientes de todo.
Ella tenía pastillas de distintos colores que teñían el exterior de distintos colores; que te volvían por dentro de distintos colores, en el tiempo que tardaban en abordar la sangre y extenderse.
Y ella veía, VEÍA todo. Ella se transformaba en cada persona que observábamos pasando casi al vuelo al otro lado del cristal. Les sentía a todos, lo comprendía todo, lo sabía todo.
Ella era ahí, delante de mí, sentada en un asiento futurista, sucio por el uso. Ahí, delante de mí, ella era Sartre, y Nietzche, y Platón, y era también todos los nombres que no alcanzaron la fama por no poder elevarse entre la multitud, comprendiendo a las personas, a todas y también a cada una. Cada sentimiento de amor, cada sucio secreto, cada reflexión profunda, cada quiero un caramelo y lo quiero ahora. Pero también el todo, ese todo que se hace de cada uno que forma el todo juntántose con otro cada uno y luego otro y otro y otro y... Entendía los flujos de información, de materia, de energía; las entradas y salidad del sistema, las correspondencias, interdependencias, relaciones, intersecciones, su origen, destino, recorrido. El complejo por qué de las cosas sin respuesta en un porque, sólo la respuesta completa que no logra salirse de la pregunta completa. Todo.
A través de la pastilla que había vuelto ahora el mundo azul me miraba fijamente intentando.
Yo, sin pastillas de colores, envidiándola, temiéndola, temiendo por ella, por mí si osaba seguirla.
Yo, ahí, frente a ella, frente a su intento de hacerme entender, me contagiaba un poco, mirada a través, fluía a mi sangre y entonces yo, ahí, frente a ella, la entendía, todo, la sentía, todo, sólo a ella.
Un dolor profundo y calmo en aquel mundo azul. Yo, en ella, sentía un dolor profundo y calmo. Sin lograr entenderlo todo lograba entender que entenderlo todo se siente como un dolor, profundo y calmo.