Jirafas verdes
Dec. 9th, 2008 10:36 pm![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
Estaba pensando que estaría bien que nevase, aunque no sé por qué. Supongo que es el recuerdo de cuando era niña lo que me hace desearlo. La nieve es bonita y todo eso, pero cuando era niña la nieve era más: lo detenía todo, cambiaba las normas del mundo. No se podía dar clase, y eran cinco horas jugando, leyendo, haciendo manualidades. Una vez fue media hora con diez de nosotros de rodillas porque habíamos llegado tarde, por estar haciendo una pelea de bolas de nieve. Cambiaba las normas, digo, porque hacía que todo el tiempo se dedicase a esas cosas para las que parece que nunca hay tiempo.
A menudo pienso que el mundo debería detenerse un rato de vez en cuando para que pudiésemos hacer las cosas para las que nunca hay tiempo. Y, a veces, no es tanto porque eche de menos hacerlas como porque me parecen ridículas todas aquellas cosas que se suponen importantes.
Me enviaron un cuento al correo hace unos años, era una de esas historias con moraleja típicas de e-mail reenviado a 30 direcciones. Era la historia de un hombre que alquila una barca. El barquero le pregunta al hombre por su vida y el hombre le cuenta que salió del pueblo de joven y trabajo duro en una fábrica, fue ascendiendo, se esforzó mucho, pero todo había merecido la pena porque así había logrado una buena jubilación y podría pasarse años haciendo lo que le gustaba que era dar paseos en barca. "¿Y usted?", le pregunta al barquero al acabar su historia. "Yo me he pasado la vida aquí, dando paseos en barca".
No me gustan las moralejas típicas. Creo que a nadie. Supongo que será alguna tontería relacionada con la falta de reto que implica leer algo predecible. Por otro lado, no sé, supongo que dar paseos en barca toda la vida es algo que hace que pierda su encanto. Vete a saber.
Cuentos fáciles aparte, creo de verdad que el mundo se debería parar un rato de vez en cuando para dar espacio y tiempo a las cosas inútiles.
No me considero para nada alguien que deje de lado esas cosas. Siempre he mirado al lado inútil de la vida con una sonrisa abierta y las manos extendidas y, he de decir, que en general me ha respondido del mismo modo.
La inutilidad me parece, en consecuencia, bastante difícil de describir y determinar.
"¿Para qué haces eso?" ¿Os han hecho alguna vez esa pregunta? ¿Para qué escribes, para qué sueñas, para qué te rompes la cabeza creando una historia, para qué doblas papeles con formas de animales, para qué pintas si no puedes vender esos cuadros, para qué estudias chino mandarín, para qué traduces una canción, para qué haces una tarta si sale más barato comprarla y no se ensucia nada, para qué te lees un libro sobre el antiguo Egipto, con todas las cosas que tienes que hacer, con todas las cosas útiles que podrías hacer con ese tiempo?
(Los hombres grises nos acechan!!!!!)
El tiempo perdido sólo es el tiempo vacío, el tiempo que se convierte en cigarrillo para el hombre gris. Todo tiempo no vacío hay que reconsiderar muy bien si se ha perdido o no, o quizá, simplemente, no se debe perder tiempo pensando en que se ha perdido.
Sé tantas cosas inútiles que me sorprende que me queden neuronas para algo más. Y, lo cierto, es que no se me da nada mal perder el tiempo. Sin ir más lejos, me he pasado un buen rato pensando en que cierta planta, vista desde donde estoy, parece la cabeza de una jirafa verde que me observa escondida tras el sillón. Pero, no sé, soy incapaz de considerar tiempo perdido la inmensa mayoría del que he pasado soñando, imaginando, pensando en cosas...inútiles, según dicen.
A fin de cuentas, también sé un montón de cosas que no sólo son inútiles, sino además aburridas, y que nunca me servirán para nada, y que me ponen de mal humor. Sonará simple, pero al menos la jirafa verde me ha hecho gracia.
Por otro lado, si pienso en las cosas que hacen y han hecho que piense que la vida merece la pena ser vivida a pesar de los malos tragos que da de vez en cuando, casi todas tienen que ver con lo "no útil", con tiempos no-perdidos, no vacíos, tan llenos que costaba hacerse a la idea de cómo tanto podía caber en tan poco tiempo.
Siento que decir todo esto aquí es un poco predicar al coro pero, va, quizá he perdido mucho tiempo predicando en el desierto...
Tampoco quiero ser hipócrita. Más o menos desde que la nieve dejó de detener el mundo, no puede decirse que yo sea una soñadora. Soy considerablemente práctica, y creo de verdad todo eso de que el arte no sale de estómagos vacíos, las necesidades primarias se llaman necesidades y primarias por algo y todo lo demás. Pero también pienso que llega un punto en que el estómago lleno sólo pide más, en que la seguridad sólo pide más, en que el descanso sólo pide más, el dinero, la posición, todo eso. Todo lo útil.
Y creo absolutamente, por más que muchas veces me haya dejado llevar por la inercia de la sociedad del éxito, el consumo, las necesidades creadas, la sociedad de iconos que sigue olvidando que un icono implica ignorar la mayor parte de la información y centrarse en una idealizacion irreal por naturaleza, creo absolutamente que ni el millón antes de los treinta, ni las botas último modelo, ni ser la reina del baile ni el hijo predilecto de la ciudad ni que la gente se vuelva a tu paso porque seas famoso o conocido por lo que sea, que ninguna de esas cosas llevan demasiado lejos.
Me viene a la mente esa escena de Los santos inocentes, la comida de los ricos y la comida de los pobres. Pero no es sólo una cuestión de dinero, es una cuestión de cánones, de lo que se supone que uno debe ser o querer, de a lo que se supone que se debe aspirar, a lo que se supone que se debe llegar.
Porque creo que todos somos iguales en parte, pero para nada lo suficientemente iguales para querer todos lo mismo.
Yo no quiero ese juego, yo quiero perder mi tiempo. Quizá me equivoque, quizá para algunos esos iconos sirvan y acercarse a ellos sea lo más parecido a la felicidad. No pasa nada, me parece bien. Pero hay que reconocer también que hay otro lado de la vida, hay otras cosas, hay otros iconos, otras (por qué no) irrealidades idealizadas. Y luego también cosas muy reales y palpables aunque no sean materiales que hacen que la vida merezca la pena.
Puede ser tirarse media tarde abrazado a alguien, hablar de nada y de todo con un amigo, escribir un cuento, hacer un collage, hacerle trencitas a tu hermana sólo para ver qué pinta tiene después, encontrar formas en las nubes, coger un lápiz de micrófono y cantar Like a virgin delante del espejo, pasear hasta que se acaben las calles y darte cuenta de que nunca te habías parado a mirar ese edificio inútilmente precioso.
Ya sé que todos lo sabemos. Pero a veces parece que lo sabemos poco. No es una cuestión de dejarlo todo y que caigan las bolsas porque los brokers han decidido que es más divertido jugar a las películas en el baño, ni que yo no vaya a trabajar mañana porque estoy haciendo un muñeco de nieve ni que tú pases de hacerle la cena a tu hijo porque...es que es tan guapo que no puedes dejar de mirarle.
Pero a veces parece que hacer el tonto un rato, dejar una hora libre para hacer en ella lo que surja en vez de aprovecharla en algo "útil" pero curiosamente innecesario, nos llevará a la perdición.
Es sólo que, desde un punto de vista absolutamente práctico, a veces creo de verdad que el mundo iría mejor si todos perdiésemos un poco más el tiempo. Y que, si bien respeto el derecho de cualquiera a hacer sólo cosas útiles, mientras no perjudique a nadie, reivindico mi derecho a hacer cosas inútiles también. Si no es mucho pedir, sin que nadie me haga perder el tiempo preguntándome "Pero, ¿para qué sirve eso?"
A menudo pienso que el mundo debería detenerse un rato de vez en cuando para que pudiésemos hacer las cosas para las que nunca hay tiempo. Y, a veces, no es tanto porque eche de menos hacerlas como porque me parecen ridículas todas aquellas cosas que se suponen importantes.
Me enviaron un cuento al correo hace unos años, era una de esas historias con moraleja típicas de e-mail reenviado a 30 direcciones. Era la historia de un hombre que alquila una barca. El barquero le pregunta al hombre por su vida y el hombre le cuenta que salió del pueblo de joven y trabajo duro en una fábrica, fue ascendiendo, se esforzó mucho, pero todo había merecido la pena porque así había logrado una buena jubilación y podría pasarse años haciendo lo que le gustaba que era dar paseos en barca. "¿Y usted?", le pregunta al barquero al acabar su historia. "Yo me he pasado la vida aquí, dando paseos en barca".
No me gustan las moralejas típicas. Creo que a nadie. Supongo que será alguna tontería relacionada con la falta de reto que implica leer algo predecible. Por otro lado, no sé, supongo que dar paseos en barca toda la vida es algo que hace que pierda su encanto. Vete a saber.
Cuentos fáciles aparte, creo de verdad que el mundo se debería parar un rato de vez en cuando para dar espacio y tiempo a las cosas inútiles.
No me considero para nada alguien que deje de lado esas cosas. Siempre he mirado al lado inútil de la vida con una sonrisa abierta y las manos extendidas y, he de decir, que en general me ha respondido del mismo modo.
La inutilidad me parece, en consecuencia, bastante difícil de describir y determinar.
"¿Para qué haces eso?" ¿Os han hecho alguna vez esa pregunta? ¿Para qué escribes, para qué sueñas, para qué te rompes la cabeza creando una historia, para qué doblas papeles con formas de animales, para qué pintas si no puedes vender esos cuadros, para qué estudias chino mandarín, para qué traduces una canción, para qué haces una tarta si sale más barato comprarla y no se ensucia nada, para qué te lees un libro sobre el antiguo Egipto, con todas las cosas que tienes que hacer, con todas las cosas útiles que podrías hacer con ese tiempo?
(Los hombres grises nos acechan!!!!!)
El tiempo perdido sólo es el tiempo vacío, el tiempo que se convierte en cigarrillo para el hombre gris. Todo tiempo no vacío hay que reconsiderar muy bien si se ha perdido o no, o quizá, simplemente, no se debe perder tiempo pensando en que se ha perdido.
Sé tantas cosas inútiles que me sorprende que me queden neuronas para algo más. Y, lo cierto, es que no se me da nada mal perder el tiempo. Sin ir más lejos, me he pasado un buen rato pensando en que cierta planta, vista desde donde estoy, parece la cabeza de una jirafa verde que me observa escondida tras el sillón. Pero, no sé, soy incapaz de considerar tiempo perdido la inmensa mayoría del que he pasado soñando, imaginando, pensando en cosas...inútiles, según dicen.
A fin de cuentas, también sé un montón de cosas que no sólo son inútiles, sino además aburridas, y que nunca me servirán para nada, y que me ponen de mal humor. Sonará simple, pero al menos la jirafa verde me ha hecho gracia.
Por otro lado, si pienso en las cosas que hacen y han hecho que piense que la vida merece la pena ser vivida a pesar de los malos tragos que da de vez en cuando, casi todas tienen que ver con lo "no útil", con tiempos no-perdidos, no vacíos, tan llenos que costaba hacerse a la idea de cómo tanto podía caber en tan poco tiempo.
Siento que decir todo esto aquí es un poco predicar al coro pero, va, quizá he perdido mucho tiempo predicando en el desierto...
Tampoco quiero ser hipócrita. Más o menos desde que la nieve dejó de detener el mundo, no puede decirse que yo sea una soñadora. Soy considerablemente práctica, y creo de verdad todo eso de que el arte no sale de estómagos vacíos, las necesidades primarias se llaman necesidades y primarias por algo y todo lo demás. Pero también pienso que llega un punto en que el estómago lleno sólo pide más, en que la seguridad sólo pide más, en que el descanso sólo pide más, el dinero, la posición, todo eso. Todo lo útil.
Y creo absolutamente, por más que muchas veces me haya dejado llevar por la inercia de la sociedad del éxito, el consumo, las necesidades creadas, la sociedad de iconos que sigue olvidando que un icono implica ignorar la mayor parte de la información y centrarse en una idealizacion irreal por naturaleza, creo absolutamente que ni el millón antes de los treinta, ni las botas último modelo, ni ser la reina del baile ni el hijo predilecto de la ciudad ni que la gente se vuelva a tu paso porque seas famoso o conocido por lo que sea, que ninguna de esas cosas llevan demasiado lejos.
Me viene a la mente esa escena de Los santos inocentes, la comida de los ricos y la comida de los pobres. Pero no es sólo una cuestión de dinero, es una cuestión de cánones, de lo que se supone que uno debe ser o querer, de a lo que se supone que se debe aspirar, a lo que se supone que se debe llegar.
Porque creo que todos somos iguales en parte, pero para nada lo suficientemente iguales para querer todos lo mismo.
Yo no quiero ese juego, yo quiero perder mi tiempo. Quizá me equivoque, quizá para algunos esos iconos sirvan y acercarse a ellos sea lo más parecido a la felicidad. No pasa nada, me parece bien. Pero hay que reconocer también que hay otro lado de la vida, hay otras cosas, hay otros iconos, otras (por qué no) irrealidades idealizadas. Y luego también cosas muy reales y palpables aunque no sean materiales que hacen que la vida merezca la pena.
Puede ser tirarse media tarde abrazado a alguien, hablar de nada y de todo con un amigo, escribir un cuento, hacer un collage, hacerle trencitas a tu hermana sólo para ver qué pinta tiene después, encontrar formas en las nubes, coger un lápiz de micrófono y cantar Like a virgin delante del espejo, pasear hasta que se acaben las calles y darte cuenta de que nunca te habías parado a mirar ese edificio inútilmente precioso.
Ya sé que todos lo sabemos. Pero a veces parece que lo sabemos poco. No es una cuestión de dejarlo todo y que caigan las bolsas porque los brokers han decidido que es más divertido jugar a las películas en el baño, ni que yo no vaya a trabajar mañana porque estoy haciendo un muñeco de nieve ni que tú pases de hacerle la cena a tu hijo porque...es que es tan guapo que no puedes dejar de mirarle.
Pero a veces parece que hacer el tonto un rato, dejar una hora libre para hacer en ella lo que surja en vez de aprovecharla en algo "útil" pero curiosamente innecesario, nos llevará a la perdición.
Es sólo que, desde un punto de vista absolutamente práctico, a veces creo de verdad que el mundo iría mejor si todos perdiésemos un poco más el tiempo. Y que, si bien respeto el derecho de cualquiera a hacer sólo cosas útiles, mientras no perjudique a nadie, reivindico mi derecho a hacer cosas inútiles también. Si no es mucho pedir, sin que nadie me haga perder el tiempo preguntándome "Pero, ¿para qué sirve eso?"
no subject
Date: 2008-12-10 09:19 am (UTC)Un abrazo.
no subject
Date: 2008-12-17 01:22 am (UTC)Vale, no, es brrrrrooooooma. Momo y El principito sabían de qué iba el mundo y qué hacer con el tiempo.
Lo verdaderamente importante es invisible a los ojos y el tiempo es lo que uno hace de él.
Un abrazo, con tiempo.
Y gracias por recordarme esto, tantas veces.