El lado oculto de la luna 1
Oct. 18th, 2005 12:43 am![[personal profile]](https://www.dreamwidth.org/img/silk/identity/user.png)
• Derechos legales: Mulder y Scully no me pertenecen, son
personajes propiedad de Chris Carter, 1013 y Fox. La historia es mía, aunque
inspirada en la serie, lo cual es obvio porque ni CC, ni 1013 ni la Fox
hubiesen permitido a los personajes... ciertos comportamientos. No pretendo
obtener beneficios económicos con esta historia (sí, yo también me río ante la
simple idea)
• Rating: NR-18
• Spoilers: Hasta el final de la séptima temporada. Per manum
EL LADO OCULTO DE LA LUNA
Fue muy sencillo. Se amaban por encima de todos los
museos (...) Se acostaban. No había otro espectáculo más tierno. (...)Se
querían. Se amaban. A pesar de la ley de la gravedad.
Amantes
asesinados por una perdiz, Federico García Lorca
PRÓLOGO:
ALGO
-Algo
ha cambiado.
Intuye
una sonrisa al final. Besa su hombro. Desliza la mano sobre su pecho.
Entreabre
los ojos y ve su cuello, su pelo, su rostro, aún mira hacia la ventana. Ha
estado hablando de la luna, del lado oculto, de lo que nadie ve y siempre está
ahí.
Piensa
que todo cambia y se mantiene. Sabe que algo a cambiado y, sin embargo, todo
sigue igual.
Siente
el frío suave, la sábana cubriéndole hasta la cintura, el edredón está muy
lejos, a sus pies, pero no merece la pena moverse. Su cuerpo está caliente y se
aprieta un poco más contra su espalda. Ahora él se vuelve y la abraza.
Algo
ha cambiado y, esta noche, ha sido tan obvio que alguien tenía que decirlo. Le
rodea con los brazos, con las piernas, y susurra en su oído:
-Lo
sé
-Sé
que lo sabes.
LUNA NUEVA
1.-SEÑALES
Es
el tercer semáforo que está a punto de saltarse en rojo.
-Vamos,
tienes que llegar: Si no llegas, no podrás hacer el ridículo.
En
realidad no quiere llegar: Quiere estar allí, quiere que ya haya ocurrido, al
menos la inevitable conversación anterior, ese momento en que tendrán que
aclarar cosas imposibles de aclarar.
¿Qué
va a decirle y cómo?¿Qué quiere decirle y cómo?
-¡Maldita
sea, no me vengas con que no lo tienes claro!
¿Lo
tenía claro ella?
-Maldita
sea Scully, ¿en qué maldito momento has perdido la cabeza?
Se
aferra a la idea de haberla malinterpretado. Considera que debe existir una
posibilidad entre millones, pero se aferra a esa posibilidad como a un billete
de lotería.
Sólo
que no quiere que le toque, ¿o sí?
No
sabe qué es peor. No sabe qué es más difícil.
Un
coche detrás del suyo pita. No lo ha visto en rojo y no lo ve en verde.
No,
él nunca ha tenido vista para cierto tipo de señales aunque le sobre para
otras.
Mete
la primera soltando improperios contra el conductor de atrás ya que no puede
oírle, no le importa y no le conoce.
No
lo ha visto venir, no de esa manera, no algo así.
-Maldita
sea, ¿qué demonios pasa por tu mente?
El
teléfono suena y se toma tiempo para parar el coche a un lado de la carretera.
Necesita estar tranquilo mientras habla, mucho más de lo que podrá estarlo
incluso parado.
-Dime,
Scully.
Sabe
que es ella antes de cogerlo, no necesita mirar la pantalla ni escuchar el tono
de que ha colgado.
Lanza
el teléfono contra el asiento y se golpea la cabeza contra el volante. Se
siente violento, incómodo, inseguro, perdido. Mira al frente: A cuatro manzanas
le espera una de las conversaciones más difíciles de su vida.
Pero
también le espera Scully. Puede verla abrir la puerta, la mirada baja, no se
siente con fuerzas para mirarlo. Le dice a esa imagen en su mente “Tranquila,
Scully, soy yo” y la imagen sonríe levemente.
Arranca
el coche e intenta mantener la calma. Puede ver la silueta negra de su edificio
recortada contra el cielo estrellado. Se pregunta si es uno de esos momentos en
que todo cambia y uno no se da cuenta.
La
recuerda, sonriendo en la oficina un par de días antes por un chiste tonto,
entrando por primera vez por la puerta de aquella misma oficina, a punto de
llorar mientras él la apuntaba con una pistola, en coma en una cama de
hospital, en el pasillo de su edificio, a milímetros de sus labios, el día en
que decidió que no probaría la miel ni una sola vez más en su vida. Las
imágenes dejan de ser recuerdos: Scully desnuda en sus brazos, dejándose
acariciar, mirándole a los ojos, sus piernas enredadas, sus pechos rozando su
piel...
No
quiere estar excitado pero lo está, desde antes de salir de casa. Quiere estar
tranquilo pero no lo está, y no lo va a lograr mientras encuentra aparcamiento.
-Maldita
sea, ¿de verdad es eso lo que quieres?
Nunca
le haría esa pregunta. No podría. Pero al menos ya tiene la respuesta de uno de
los dos.
-Sí.
2.-LLAMARTE
And I must be an acrobat
to talk like this and act like that
Acrobat, U2
-¿Qué
hay Mulder?¿Mucho trabajo?
Scully.
Llamando. A las dos de la mañana. Vale. A veces pasan esas cosas.
Scully
llamando a las dos de la mañana, cuando se ha cogido el puente de Acción de
Gracias y debería estar en Boston con su prima Betty, o Brandy, o Bessie o algo
así y preguntando si había mucho trabajo era otra historia... Sonaba raro.
-Scully,
¿qué tal Boston?
-Perfectamente
camuflada bajo un metro de nieve ¿Es que no ves la tele?
Mulder
sonrió.
-¿Te
has quedado aislada?¿Vas a volver en esquíes?
-Nunca
me gustó esquiar, cogí ayer el avión para no quedarme aislada.
-Así
que estás aquí.
-Sí.
-Lo
lamento, Scully.
-Bueno.
Sonaba
rara. Medio dormida, cansada, quizá sólo aburrida o molesta por tener que
volver dos días antes. Esperó un instante a que hablase pero no lo hizo.
-¿Cómo
estuvo la cena?
-Buena.
He probado rellenos mejores en pavos peores. ¿Qué quieres que te diga?
Rara.
Scully
estaba rara, medio dormida, cansada, aburrida y molesta por tener que terminar
antes de tiempo unas vacaciones que, por otro lado, ni siquiera le apetecían
demasiado.
Había
pasado aquellos días con su prima, que era un encanto; su marido, que era otro
encanto, y sus tres hijos, que eran insoportables pero encantadores a su
revolucionario estilo. Su madre también había estado allí, siendo un encanto.
Su hermano Bill estaba con su cuñada en casa de los padres de ella.
Mucha
comida, muchos recuerdos, muchas fotos de veranos en la infancia. Una profunda
y constante sensación de estar fuera de lugar.
El
concepto de “familia” cada vez le resultaba más extraño y las situaciones
familiares cada vez más ajenas.
“Distante”,
era lo que su madre había dicho que estaba.
No
estaba distante, sólo se sentía a años luz de todo aquello, de reír en la mesa,
de pelear por un canal en la tele, de discutir si la última presentadora de
moda se había operado o no, ¿cuál había sido el presidente que mejor había
representado los intereses de los ciudadanos?, ¿debían o no debían controlar
qué amigos tenían los niños?, ¿era malo que el bebe siguiese con el chupete?,
...
No
era ella la distante: ese mundo se había alejado de ella.
En
los últimos años todo había saltado por los aires y nadie más parecía
consciente de ello. Salvo su madre, por supuesto, pero eso sólo hacía que
doliese más.
Bill
la odiaba, trataba de ser comprensivo, sí, pero no lo conseguía, y ella sabía
que la culpaba. Y eso ayudaba bastante a que ella se culpase.
Su
hermana estaba muerta, por su culpa o no, pero estaba muerta, la preciosa
Melissa, con todos sus sueños, ese mundo interior del que Dana siempre se había
reído un poco pero que, en parte, admiraba. Melissa era una persona llena de
vida. Ya no existía.
Su
madre trataba de salir adelante como podía, con esa fuerza y esa determinación
que siempre le habían caracterizado. Le destrozaba ver todo lo que aquella
mujer había perdido. Su padre llevaba años muerto y, lo triste, es que aquello
parecía no tener importancia en comparación con todo lo que había pasado
después. Le echaban de menos, por supuesto, pero era una de esas cosas que
pasan y hay que aceptar por mucho que duela. Lo de Melissa era una de esas
cosas que nunca deberían pasar y duelen tanto que nadie sabe cómo aceptar.
Luego
estaba Emily. Casi no la había conocido. Su hija concebida de un modo
impensable y en contra de su voluntad pero a la que hubiese querido como una
hija, si le hubiesen dado la oportunidad. Ya no habría hijos. Nunca hasta que
lo supo había sido consciente de la importancia de ese hecho.
Familia
era una palabra un tanto extraña ahora que había perdido buena parte de la que
tenía, no sabía como actuar con la que quedaba y era consciente de que no
habría otra.
Cuando
llegó a casa aquella tarde, huyendo del frío Boston y en parte también de un
cálido hogar, sintió como el apartamento se le caía encima. El silencio que
ninguna música podía acallar, el vacío que ningún “sacar todo de los armarios
para dejarlo perfectamente ordenado de nuevo” podía llenar.
Se
sentía una persona vacía en una casa vacía y con una vida vacía. Y sentía que
sería así para siempre.
-Bueno,
he resuelto un caso.- En realidad, no había hecho más que revolver los archivos
con la excusa de ordenar un poco, pero el silencio era demasiado intenso y
empezaba a intuir que algo le ocurría a Scully: Cualquier excusa era buena para
hacer que siguiese hablando.
-¡Has
resuelto un caso en dos días! Vaya, Mulder, habrá que informar al FBI de que
las cosas van mejor en mi ausencia.
Humor,
sí, buen camino.
-Sí,
bueno, encontré un alien. Sé lo que vas a decir pero, era auténtico Scully:
Tenía un “Made in Mars” en el costado derecho.
Escuchó
una risa ahogada al otro lado del teléfono que le hizo imaginar que estaría en
la cama, con la cara contra la almohada.
-Así
que el techo lleno de lápices, ¿eh, Mulder?
-Nunca
has entendido mis aficiones.
Silencio
de nuevo, pero esta vez ella lo rompió.
-¿Sabes?,
me acordé de ti en el avión. Había una luz rara moviéndose en el cielo.
Sonó
tierno. Sonó a un inmenso “Te he echado de menos” estilo Scully, pero él no se
dio cuenta en ese momento, demasiado ocupado tratando de determinar qué le
ocurría.
Había
pensado en él constantemente desde su llegada a Boston. Constantemente. No es
que eso le resultase extraño: Estaba hecha a la idea de echarle de menos,
mucho, más de lo normal teniendo en cuenta que era un compañero de trabajo del
que, en los últimos años, nunca se había separado durante más de quince días
(abducciones olvidadas aparte), más de lo que podría considerarse “sano”. Pero
esta vez no habían pasado ni 24 horas cuando estaba deseando llamarle. Lo hizo
y colgó antes de que diese la primera llamada. Aquello no era bueno para
ninguno de los dos, les vendría bien estar un poco alejados. De modo que
decidió no llamarle, no pensar mucho en él y no pensar en porqué demonios no
podía dejar de pensar en él.
Por
supuesto, su decisión sólo funcionó en lo referente a no llamarle, y estaba
claro que sólo mientras estuvo en Boston.
Añoranza
en estado puro. Imágenes que aparecían por todas partes: Mulder pone una cara
rara para hacer reír a Emily y Scully revuelve los guisantes, mientras su prima
le pregunta si le apetece otra cosa. Mulder dice “Sé de qué tienes miedo, yo
tengo miedo de lo mismo” y su madre le da un codazo porque no está atendiendo a
una conversación sobre... algo. Mulder, cubierto por una toalla, tiembla de la
cabeza a los pies en la habitación de un motel mientras ella cierra la puerta
de su habitación y se lanza contra la cama, agotada.
Entonces
le ve, tirado en el sofá, en una ciudad abandonada porque es Acción de Gracias
y eso tiene más potencia que una alarma antiatómica. Lanza una pelota de
baloncesto al aire y la recoge. Nunca ha visto esa imagen, pero eso no le resta
realismo. Quiere coger esa pelota al vuelo, sentarse a su lado y decirle algo
pero no se le ocurre qué. Se enrolla en el edredón y se adormece pensando
frases sin sentido.
-No,
proponerle echar un partido no es buena idea, Dana.
Luego
piensa que quizá esté viendo una película y ese cambio de imagen le tranquiliza
lo suficiente para quedarse dormida.
-pero
esa luz era sólo un avión detrás de una nube.
-Ya,
nada ha sido confundido tantas veces con un OVNI como un avión detrás de una
nube, ¿verdad?
Nuevo
silencio. Estaba claro que le ocurría algo.
-¿No
puedes dormir, Scully? -aventuró.
-No,
-respondió ella en un susurro.-¿Qué haces tú cuando no puedes dormir?
-Llamarte.
Scully
rió al otro lado.
-¿Y
eso te ayuda a dormir?
-No,
pero hace más entretenido estar despierto.
Silencio.
Empezaba a pensar que estarían así hasta el amanecer: Dos frases y un minuto de
silencio.
-¿Qué
ocurre, Scully?
-Todo
está vacío.
Sintió
un escalofrío. El tono de voz, las palabras. Se incorporó en el sofá. Estaba
claro que ella no estaba bien.
-¿Qué...
qué está vacío?
-...
Hubiese
jurado que había dicho “Yo” pero no le dio tiempo a preguntar, ni siquiera
sabía si lo habría hecho.
-La
ciudad está vacía, -continuó con un tono neutro, - es triste.
-Es
acción de gracias. Poca gente se queda. ¿Por qué te resulta triste?
Realmente
le estaba preocupando.
-Tú
te has quedado.
“Vale,
Scully, ¿a qué pregunta responde eso?”, pensó.
-Ya
sabes, las fiestas no son lo mío.
-¿No
te sientes solo a veces?
Apagó
la luz. No sabía por qué pero no podía seguir aquella conversación con la luz
encendida. Se preguntó si ella la tendría encendida.
-Supongo
que soy una persona solitaria.
-Eso
no... -una pausa, larga. Cambió el tono: -Perdona Mulder, estoy... Olvídalo. No
quería molestarte.
-No
me estás molestando. Todo el mundo se siente sólo a veces, lo esté o no, lo
haya elegido o no.
Lo
dijo rápido. Sentía que nunca podría perdonarse que ella colgase el teléfono.
-Yo
aún no sé si soy una persona solitaria.
“¿Qué
es lo que está vacío, Scully?”
-Tú
no estás sola.
Se
sentía como si aquella conversación fuese un castillo de cartas y cada una
hubiese de ser colocada perfectamente porque era la base para las siguientes, y
una sola carta mal colocada haría que todo se viniese abajo. Él lo estaba
construyendo a oscuras.
-Ya.
El
castillo era complicado pero el puzzle estaba resuelto: Scully se sentía sola.
En una ciudad vacía, en su casa, en la madrugada, después de una reunión
familiar. Se sentía sola. Aún no sabía cómo ni porqué, pero sabía que no lo
estaba. Para empezar, sólo para empezar, le tenía a él. Esa era la carta en lo
alto del castillo pero no sabía cómo colocarla.
A
veces hay que decir las cosas que son obvias. Aún no sabía cómo decirlo.
-Yo
también me siento solo a veces. Aunque lo haya elegido.
-Yo
no sé si lo he elegido, no sé si creo en que se pueda elegir.
Le
oyó respirar profundamente. Hubiese querido leer su mente, hubiese querido
estar allí. Por ella. Por él.
-Sé
a lo que te refieres.
Pensó
que al menos podía hacerle ver que la entendía. Esperó unos segundos hasta que
ella volvió a hablar en un tono cargado de curiosidad.
-¿Qué
es lo que sientes que te estás perdiendo?
“Sexo”,
fue lo primero que vino a su mente. En realidad era más bien sexo con
acompañamiento. Nada de un solo de violín, toda la orquesta. Sexo de ese que
empezaba y acababa con un abrazo.
En
realidad ni siquiera echaba de menos el maldito sexo, tenía sexo de sobra,
estaba cansado de sexo: Sólo quería el acompañamiento. Quería años de
acompañamiento para equilibrar los años de sexo sin acompañamiento. Quería
besos, caricias, abrazos, palabras que no estuviesen escritas en un estúpido
guión, palabras susurradas, con calor, en su oído, sin un teléfono de por
medio. Quería esperar, evitar quedarse dormido después, tener que parar en
cualquier momento poco propicio porque algo iba mal, dormir incómodo, lo que
fuese, lo que fuese por un mordisco en el hombro, por acariciar la piel suave,
por el rostro excitado de una mujer sonriéndole. Acababa de ver ese rostro y
era el de Scully. Y estaba excitado. No es que fuese una sorpresa pero... Maldita
sea, ¿cuál era la pregunta?
-¿Tú
qué crees, Scully?
Escuchó
una ligera risa al otro lado.
-¿Sexo?
Se
sintió cerca de ella, en ese momento. Muy cerca. Estaba tumbada en su cama,
hablándole, sintiéndose sola, pensando en lo que implicaba echar de menos el
sexo. Ni siquiera era la primera vez que hablaban de algo así, pero no
recordaba que las otras veces hubiese resultado tan cálido, tan personal, tan
mutuo. Tan sincero. De modo que fue sincero:
-En
realidad, todo lo demás.
-Ya,
te entiendo.
-A
veces tú lo haces. A veces me... acaricias, es... bonito.
No
sabía qué estaba haciendo exactamente, de hecho, tenía una voz en la cabeza que
repetía esa pregunta una y otra vez. Pero no le importaba. Acababa de decirle a
Scully que era bonito que le acariciase. Nunca digas nunca.
-¿Por
qué no vienes, Mulder? No... no estoy mal, no es necesario, y te prometo que
no... estaré rara si no lo haces. No lo tomaré a mal. Sólo... ven si quieres.
La
adoró en ese instante. No dudó pero sí pensó. Pensó que quería. Quería estar
desnudo junto a ella. Estar cerca, hacer que se sintiese querida. Y quería
sentirse querido, sólo un poco, sólo un rato. Todo lo demás estaba un poco
confuso. Pero todo lo demás acababa de desaparecer, ya no existía. Sólo existía
la posibilidad de acariciar a Scully. Como si caía el cielo por ello.
-De
acuerdo. Estaré allí en una hora.
-Bien.
Escuchó
cómo colgaba el teléfono y, durante un minuto, no pudo hacer otra cosa que
mirar el auricular, como esperando una señal que le indicase que aquello no había
ocurrido. En ocasiones había deseado que sus conversaciones acabasen así, pero
jamás pensó que podía ocurrir.
-Nunca digas nunca.